El salario bruto es la cantidad total que la empresa paga al trabajador por los servicios prestados, antes de descontar las aportaciones a la Seguridad Social y la retención de impuestos. Por lo tanto, la cifra que realmente te paga la empresa es más elevada que la que tú finalmente percibes una vez aplicados los descuentos.
Por eso, en la fase del proceso de selección es muy importante preguntar antes de firmar el contrato si el salario que te van a pagar al que se refiere el encargado de RR. HH. es el salario bruto o es el salario neto. Esto puede ahorrarte sorpresas e incluso problemas a la hora de cuadrar las cuentas. Ten en cuenta que normalmente, la empresa siempre suele referirse al salario bruto cuando te habla de cifras, así que debes tener siempre muy claro este punto.
El salario neto es el sueldo real que tú vas a percibir después de que al salario bruto se le hayan aplicado las diferentes retenciones (aportaciones a la Seguridad Social e Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas o IRPF). Por lo tanto, el salario neto que aparecerá en tu nómina (¡y en tu cuenta bancaria!) cada mes, siempre será más bajo que el salario bruto que te ofrece la empresa.
Por lo tanto, entender las diferencias entre el salario bruto y el salario neto es imprescindible a la hora de decidir si te conviene o no aceptar determinado empleo. Evidentemente, tienes que tener claro que con el sueldo neto final que recibas vas a poder llegar a final de mes.
Estas aportaciones suelen aparecer en la nómina como “cotización a la Seguridad Social”. Se trata de un porcentaje de tu salario bruto que queda retenido para contribuir al bienestar social del país. Es decir, las aportaciones de los trabajadores a la Seguridad Social están destinadas al acceso a la sanidad pública y a prestaciones económicas en caso de enfermedad, invalidez, desempleo, etc.
La aportación a la Seguridad Social de un trabajador en España suele ser de entre un 6 % y un 7 %, dependiendo de tu convenio colectivo y del sector. Este porcentaje se divide en diferentes conceptos: un 4,70 % de tu aportación se destina a “contingencias comunes” (es decir, acceso a la sanidad en caso necesario), un 1,55 % se destina al desempleo (en caso de contratos temporales, la aportación al paro es de 1,60 %) y un 0,10 % a la formación profesional.
Estas aportaciones, al contrario que la retención del IRPF, siempre son fijas y no están supeditadas a la situación personal de cada trabajador. Además, una parte de esta cotización corre a cargo de la empresa. En la práctica, es la empresa la que se encarga de retener tu porcentaje de tu sueldo bruto, por eso ya viene deducido en tu nómina.
Se trata de la retención del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, como ya hemos mencionado. Este es un impuesto que todos los residentes en un país que sean generadores de ingresos han de pagar al Estado por medio de la Agencia Tributaria. Esta retención no es la misma para todos los trabajadores, sino que depende de tus ingresos: cuanto mayor es tu salario, mayor es la retención. Existen distintos tramos que van desde un 19 % del salario base hasta un 45 %.
Ahora hemos hablado de “salario base” porque el IRPF no se calcula sobre el salario bruto, ya que hay algunas partes de este que no se consideran tributables. Por ejemplo, el porcentaje de la aportación a la Seguridad Social de entre el 6 % y 7 % que hemos comentado arriba no cuenta a la hora de aplicar las retenciones. Según la situación individual y familiar también existen diferentes bonificaciones y reducciones (por ejemplo, personas a su cargo, discapacidad, etc.). Por lo tanto, la retención real del IRPF es inferior después de haber aplicado todos estos descuentos.
Al igual que con la aportación a la Seguridad Social, en la práctica es la empresa quien se encarga de deducir el IRPF de tu salario bruto y retenerlo de tu nómina. Una vez al año la empresa te enviará un certificado de retenciones que necesitarás para realizar tu propia declaración anual a la Agencia Tributaria (en España).
Para concluir, en términos generales la diferencia entre el salario bruto y el salario neto son la contribución a la Seguridad Social y los descuentos del IRPF, pero esto no es igual para todos, sino que está supeditado a la situación personal de cada uno. Por lo tanto, es muy importante tener claros todos estos conceptos a la hora de hacer cuentas antes de aceptar un nuevo trabajo.